Vals Op 64 No 3, en La bemol mayor


 

El año 1847, en París,  Frédéric Chopin debe duplicar las clases privadas, y en pocos meses ya no tendrá alumnos debido a los alzamientos de febrero de 1848. Está enfermo, tose mucho, compone poco. El frío y gris  invierno de 1847 deteriora aún más el paisaje anímico:

"...hay oscuridad fuera y  dentro de mi corazón".


Desde los 14 años Chopin compone valses y así continuó hasta casi el final de sus días. Contamos con catorce valses considerados "canónicos", es decir, de su autoría sin apelación (existe otro buen lote en las categorías de perdidos y/o destruidos). De los catorce, solo ocho de ellos fueron publicados en vida del autor.

Los tres valses del Opus 64 son los últimos que escribió, y son los más breves.  Fueron publicados en 1847, formando parte de la última y escasa producción del maestro, vencido por la enfermedad que lo llevará a la muerte. El Opus contiene el célebre  Vals del minuto (No 1), otra célebre y apacible joya en Do♯ menor (No 2) y el último, del que hablamos hoy.

Los dos primeros son los más famosos, pero el No 3 no se queda atrás en inventiva y gloria. Quizá, incluso, sea el más notable de los tres, el último que escribió Chopin durante su corta vida.

Foto: DEA / BRIDGEMAN / ACI



Vals Op 64 No 3, en La bemol mayor

Dedicado a la condesa Katarzyna Branicka. Dura menos de tres minutos  de una  gran belleza, pura expresión de equilibrio estructural y armónico.

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